¿A quién no le ha pasado alguna vez quedarse con ganas de hacer un bizcocho y no poder hacerlo por estar la mantequilla dura? Pues os voy a contar un truco para que vuestra mantequilla esté siempre a temperatura ambiente y en perfecto estado.
Hace ya unos cuantos años uno de mis hermanos me regaló un "butter cooler" de barro, que viene a ser algo así como una fresquera para mantequilla. Aunque lo tengo un poco escacharrado, es esto:
Desde luego en este caso sí que podemos decir con toda seguridad que es tan simple como el mecanismo de un botijo, porque precisamente ese es el mecanismo que mantiene a la mantequilla a temperatura ambiente sin que se estropee, lo cual es una ventaja tanto si queremos hacer un bizcocho, como si queremos untar una tostada con mantequilla o lo que sea.
En este cacharro la mantequilla nunca está ni demasiado blanda ni demasiado dura. Está en su punto, pero para ello hay que sumergir diariamente la tapa en agua durante al menos 10 minutos, para asegurarnos de que los poros de la arcilla se saturan de agua, es decir, que la arcilla absorbe agua hasta que ya no le cabe más.
Éste agua se va a ir evaporando poco a poco, para lo cual necesita energía (el calor latente de cambio de estado, ¿os acordáis?) y ese calor lo va a tomar tanto del aire del ambiente, como del interior, donde se encuentra la mantequilla. El resultado es que la mantequilla está untable, a temperatura ambiente, pero no se derrite, y tampoco se estropea.
Si en vuestra cocina en verano hace mucho, mucho calor, podéis ayudar un poco a que no se evapore el agua demasiado rápido, teniendo siempre por encima del butter cooler un trapo o una servilleta de algodón o lino mojados.
Este mantequillero, aunque mi hermano no me lo compró en España, ya no se vende, supongo que lo han dejado de fabricar. Buscando por ahí he visto otros modelos distintos, pero yo os voy a decir un truco casero para haceros uno lo más parecido posible al mío: consiste en dos cacharros de barro que por el exterior estén sin esmaltar. Pueden ser un plato y un tazón de sopa castellana, un plato y una ensaladera pequeña, o dos tarrinas o dos cazuelitas de barro.
Sobre una de ellas colocamos la mantequilla, y la otra, colocada del revés es la que hace las veces de tapa, para lo cual, antes la habremos sumergido en agua hasta que los poros del barro se hayan saturado. ¡Y ya está!
¿Verdad que no puede ser más sencillo? Seguro que el que más y el que menos tiene en casa alguno de estos cacharros de barro que puede utilizar, así que además de fácil, ¡es barato, sostenible y ecológico!