¡Por fin llueve, incluso a ratitos también nieva!, y acaban de comenzar las vacaciones escolares. ¡Puf! Por un lado la lluvia es una bendición, y más en este año que llevamos en el que apenas ha caido una gota. Pero por otro lado, si los niños no pueden salir a jugar al patio por la lluvia... ¡malo, malo!.
Porque en casa seguramente verán la tele más de la cuenta, y además siempre es más probable que terminen riñendo. Cuando juegan en el patio apenas se enfadan, que si un rato con la arena, otro rato patinete, ahora a barrer un poco, y ahora a hacer un agujero en la hierba :( ¡Y mucho cuidado con Nuño!, porque cómo te descuides lo más mínimo abre el grifo del patio y ¡a mojarse!. Y si no entra en casa con la regadera de juguete y sale escurriendo agua por todo el camino. ¡Sin contar los kilos de arena que meten cada vez que entran y salen!
No, si pensándolo bien en casa tampoco están tan mal.
La verdad es que tanto si salen al patio como si se quedan en casa van a manchar y a guarrear, que es lo que les gusta. Pero imagino que yo de pequeña hacía lo mismo que ellos, así que mejor no quejarme. Al fin y al cabo a mi sólo me dan trabajo dos, pero a mi madre le dábamos trabajo seis.
Recuerdo unas vacaciones, tendría yo unos 9 años. No sé porque me enfadé con mis hermanos y ellos se quedaron en la calle jugando, con un frío que pelaba, mientras que yo me quedé en casa. ¡Pues por una vez me libre de la bronca!, que me caía bastante a menudo por ser la mayor. Resulta que uno de mis hermanos intentó patinar en la delgadísima capa de hielo que había sobre un pilón de agua, y gracias a los reflejos de mi hermana no se quedó allí mismo. El pilón en cuestión era enorme, y a mi hermano le cubría entero. Os podéis imaginar el espectáculo, helando y mi hermano, que entonces tendría unos 5 años, calado hasta el tuétano. Así que de momento no voy a tentar a la suerte quejándome, que a mi todavía no me las han preparado así de gordas.
Recuerdo unas vacaciones, tendría yo unos 9 años. No sé porque me enfadé con mis hermanos y ellos se quedaron en la calle jugando, con un frío que pelaba, mientras que yo me quedé en casa. ¡Pues por una vez me libre de la bronca!, que me caía bastante a menudo por ser la mayor. Resulta que uno de mis hermanos intentó patinar en la delgadísima capa de hielo que había sobre un pilón de agua, y gracias a los reflejos de mi hermana no se quedó allí mismo. El pilón en cuestión era enorme, y a mi hermano le cubría entero. Os podéis imaginar el espectáculo, helando y mi hermano, que entonces tendría unos 5 años, calado hasta el tuétano. Así que de momento no voy a tentar a la suerte quejándome, que a mi todavía no me las han preparado así de gordas.
Y como plan B, en los ratitos que estén un poco tranquilos quizás les proponga hacer unas galletas, por ejemplo, de avena. A mi me encantan, y a ellos también. Me gusta su textura algo arenosa, y el regustillo de la avena. Tenéis que probarlas, porque encima son muy fáciles de hacer, os lo puedo asegurar.
Ingredientes:
250 g harina de avena (yo la usé integral)
125 g de harina de trigo integral
75 g de azúcar
125 g de mantequilla a punto pomada
1 huevo a temperatura ambiente
1/2 tsp de levadura química (Royal)
- precalentamos el horno a 200ºC
- mezclamos las harinas con la levadura y el azúcar
- añadimos el huevo y mezclamos bien
- por último añadimos la mantequilla a punto pomada y amasamos
- estiramos la masa entre dos capas de papel de horno hasta que su grosor sea de 1 cm y seguidamente la introducimos en el frigorífico durante una hora como mínimo
- sacamos la masa de nuevo y cortamos las galletas con la forma deseada. Podemos adornarlas con unos copos de avena, aunque yo no lo he hecho
- por último las horneamos a unos 180ºC durante aproximadamente 15 minutos
Datos sobre la avena:
- la avena es el cereal con mayor contenido en proteínas, 11,7 % (la quinoa tiene un 14 %, pero en realidad no es un cereal, pues no es una gramínea)
- ayuda a reducir el colesterol malo debido a su elevado contenido en fibra soluble, por lo que es útil para prevenir enfermedades cardiovasculares y para controlar la diabetes (esto último también gracias a sus hidratos de carbono de absorción lenta)
- es rica en ácidos grasos insaturados
- especialmente recomendada para niños, ancianos, personas con problemas digestivos o con cansancio, gracias a su riqueza en vitaminas del grupo B. ¡Así que es perfecta para la astenia primaveral!
- cuando compréis la harina de avena os recomiendo que vayáis a tiendas de productos ecológicos o a grandes superficies, pues en las herboristerías suelen vender paquetes de 250 g a precio de kilo o de medio kilo.