Pues sí, aunque no os lo creáis soy yo, que he vuelto ¡jajaja!. No es que no os lo creáis vosotros, ¡es que casi no me lo creo ni yo!, después de tanto tiempo, me daba ya hasta pereza ponerme a escribir. Pero en fin, con mucho esfuerzo, aquí estoy. Sí, ya sé que exagero mucho, se nota que soy medio andaluza ¿no?
A grandes rasgos os contaré que mi ausencia durante este tiempo, más o menos un mes, ha sido porque realmente he estado muy liada, y como se suele decir, "primero la obligación, y después la devoción". Desde que empezó septiembre todas las tardes he tenido cursos, y antes de las 8 no he llegado a casa ningún día. A esas horas, como os podéis imaginar, entre hacer cenas y acostar niños...
Eso por las tardes, pero por las mañanas resulta que también me surgió otra liada, como dicen por aquí. Después de 2 años trabajando sin local, hemos abierto una tienda física. Así que buscamos un local pequeño, y lo hemos acondicionado. Pero claro, lo hemos hecho todo entre Óscar y yo: quitar el gotelé dando plaste en la pared, sanear grietas, pintar, sanear un poco la fachada, pintar molduras y puertas, pintar el mobiliario de la tienda, que es todo reciclado... en fin, ¡todo!, así que por las mañanas, desde bien pronto, allí estaba yo con el buzo y la espátula dale que te pego. Así hasta las 2:30 que íbamos a recoger a los niños al cole. Llegábamos a casa casi a las 3, y a las 4, e incluso algún día antes, yo tenía que salir de casa para dar algún curso. En fin, dos meses de locura.
Y a todo esto hay que añadirle que aún sigo procesando los productos de la huerta, ¡menos mal que siempre que llueve, escampa!, y ahora mismo, con la tienda ya abierta, aunque a falta de algún que otro remate, y con alguno de los cursos ya terminado, por fin me lo puedo tomar con algo más de calma.
Como os podéis imaginar, yo no soy Mc Gyber, así que mi casa durante este tiempo ha sido un desastre. Lo que no se puede, no se puede, y claro, el blog también ha estado abandonado, ¿habéis estado alguna vez con semejante agobio?
Y cambiando de tercio, no sé qué tal otoño habréis tenido vosotros, pero por aquí hemos
disfrutado de un tiempo muy suave, y con lluvias, y eso ha hecho que
este año haya sido muy bueno en cuestión de setas. Ha habido
muchíiiisimas, y me quedo corta. Los últimos años apenas llovió y por lo
tanto apenas tuvimos setas, pero este año hemos tenido para compensar
los años pasados con creces.
A veces, cuando no hace demasiado frío, nos gusta recoger a los niños del cole, empaquetar la comida y marchar a comer al campo. Incluso en pleno invierno. Y eso hicimos no hace mucho. Calenté la comida, la empaquetamos bien, cogimos nuestra mesa plegable, una de esas que llevan las sillas incorporadas, y nos fuimos a comer al monte. En un claro que había en un robledal.
Aquí los robledales y los pinares están muy juntos, de manera que desde donde estábamos comiendo veíamos un pinar, así que después de comer allí fuimos a buscar unos níscalos. ¡Qué pasada! Yo no había visto tantos níscalos en la vida. No sabía casi ni dónde posar el pie porque allí donde pisaba me encontraba con algún níscalo, y me daba miedo pisarlos, ¡estaba plagado!
La receta que os traigo hoy es muy apropiada para estas excursiones al campo, aunque también para comerlas en casa ¡jajaja!, una merienda riquísima acompañadas con un chocolate calentito o con una infusión, o un café, o..., ¡con cualquier cosa!. La verdad es que la vi en facebook y me llamó la atención. En realidad era una receta de cupcakes de camuflaje, y la hacían con un preparado de esos para bizcocho que se compran justo para verter al molde y hornear.
Yo he reconvertido esos cupcakes en magdalenas, pero preparándolas desde cero, y además de quedar muy resultonas están buenísimas. A los niños les gustan doblemente, por lo ricas que están, y porque les hace gracia eso de que sean "de camuflaje".
Y sin más aquí tenéis las magdalenas:
Ingredientes:
2 huevos
200 g azúcar
100 g leche entera
280 g de harina de repostería tamizada
160 g de aceite de oliva virgen extra
1 cucharadita (tsp) de levadura química
1 cucharada (tbsp) de cacao en polvo
1 cucharadita de té matcha
1 cucharadita de extracto de vainilla
- batimos los huevos con el azúcar hasta que blanqueen y aumenten de volumen
- después vamos añadiendo el resto de ingredientes: el extracto de vainilla, la leche, después poco a poco, la harina con la levadura, y por último el aceite.
- después de añadir el aceite batimos bien la masa durante unos minutos 4 para que termine de esponjarse.
- separamos ahora 3 porciones de esta masa, dos de 200 g y la tercera con el resto. En una de las porciones de 200 g añadimos el cacao y en la otra el té matcha, ambos tamizados previamente para que no tengan grumos, y mezclamos bien hasta homegeneizar.
- colocamos papeles para magdalenas en moldes de muffins y en cada uno de ellos añadimos un poco de esas 3 masas. Llenamos los moldes hasta más o menos 1cm del borde, como podéis ver en las fotos:
- horneamos, en el horno precalentado a 250ºC, y cuando veamos que han subido, aproximadamente al doble del volumen de su volumen inicial, bajamos la temperatura a 220ºC y seguimos horneando. En total unos 20 minutos de horneado. Os recomiendo que la primera vez que las hagáis estéis atentos al horno, ya sabéis que cada horno es un mundo.
Y nada más, sólo que espero que si no habéis cogido aún setas os animéis antes de que el frió no nos deje ni una, ¿lo haréis, verdad?