Estábamos tan a gustito con los últimos días de calor y de repente llegó el otoño. Y no es que haga un frío excesivo, pero es que no me apetece lo más mínimo empezar a sacar los abrigos y la ropa de invierno ni empezar con la estufa y la leña. Todavía me acuerdo del otoño tan bueno que tuvimos el año pasado, ¡los niños estuvieron yendo al cole en pantalones cortos casi hasta finales de octubre!.
Pero claro, a cambio tuvimos un verano horroroso que ni fue verano ni fue "na". Este año, en cambio, el verano ha sido como debe ser, así que el otoño también parece que va por ese camino.
Por lo que sí me apetece más es por preparar recetas típicas de este tiempo: con moras, membrillos, calabazas, manzanas... En esta época del año apetece hacer cosas con todos los frutos que se recogen cada día. ¡Y es que a mi eso de recolectar me encanta!. Debo tener muy marcado algún gen de nuestros antepasados recolectores porque todo lo que veo tiendo a meterlo en una cesta y ¡para casa!
Hoy os traigo una receta otoñal que me trae recuerdos de mi niñez. Es la receta de la mermelada de tomate. En realidad os traigo dos versiones, la clásica, que es la que mi madre solía hacer, y por eso yo tengo que hacerla también todos los años, por que si no la hago es como si me faltara algo, y otra algo diferente, con vainilla, la descubrí hace un par de años y me gustó tanto que si no la hago reviento. La primera es la que aparece en el libro de recetas de la sección femenina, aunque aparece como confitura.
Y aunque os parezca raro hacer mermelada de tomate no lo es. En realidad el tomate es una fruta, igual que las ciruelas, los albaricoques, las peras o las manzanas.
Mermelada clásica:
2 kg de tomates poco maduros
zumo de un limón
ralladura de dos limones
azúcar
Se lavan y se trocean los tomates y se ponen a cocer con el zumo de limón y la ralladura. Se deja que vaya reduciéndose poco a poco y cuando ha espesado suficiente lo pasamos por el pasapuré, lo pesamos, añadimos la misma cantidad de azúcar (yo siempre añado menos) y volvemos a cocer hasta que se alcanza el punto de mermelada: se echa un poco de mermelada en un platillo que antes hemos tenido enfriando en el frigorífico y se deja enfriar. Después, si al empujarla con el dedo se arruga, ya está en su punto.
La receta original se hace escaldando los tomates y despepitándolos antes de ponerlos a cocer, pero yo suelo saltarme ese paso usando el pasapuré. De ese modo además la piel soltará algo de pectina, que después ayudará a espesar la mermelada.
Mermelada con vainilla:
1 kg de tomates
1 vaina de vainilla
400 g azúcar
Hacemos como en el caso anterior, lavamos y troceamos los tomates y los ponemos a cocer. Dejamos que se reduzca y pasamos por el chino o por el pasapurés. Abrimos una vaina de vainilla, extraemos las semillas y éstas, junto con la vaina y el azúcar las ponemos a cocer despacio con el puré de tomate. En realidad la vainilla también aporta sabor dulce, así que quizás os guste con menos cantidad de azúcar.
Sugerencias:
- Os recuerdo que hay una ligera diferencia entre mermelada y confitura, y que el tomate contiene licopeno, que es un antioxidante, así que ya sabéis, tostadas con mantequilla o aceite y ¡mermelada de tomate!
- la mermelada clásica también se puede emplear como acompañamiento de
platos salados, con carnes o pescados, como por ejemplo el bacalao