Este fin de semana ha sido bastante movido. Y eso que no hemos salido de casa.
Hemos tenido la visita de mi hermana, con mi cuñado y sus dos niñas, y aunque para dormir estábamos en distintas casas, las comidas y las cenas han sido en común, y eso hace que haya más lío.
Y es que en una casa de pueblo, como la nuestra, cuando se juntan varios niños la locura que tienen aumenta de modo exponencial al número de niños que hay. En este caso eran cuatro, aunque lo dejaremos en 3, porque la cuarta aún es muy pequeña y da guerra, pero de otro tipo.
Pues tres niños, entrando y saliendo de casa continuamente, que si quiero agua, que si tengo hambre, que si dame un papel para pintar..., os lo podéis imaginar ¿a qué sí?
La verdad es que se lo han pasado genial, todo el día en el patio, y sin acordarse de la tele lo más mínimo. ¡Y es que cuando hace bueno es una gozada!. Uno disfruta de verles lo bien que se lo pasan, y encima en esta ocasión no ha habido peleas entre primos, ¡será que ya se están haciendo mayores!, porque hasta hace poco lo normal era que estuvieran deseando verse, pero al cabo se un rato se empezaban a chinchar y a pelear.
Esta noche han caído en la cama rotos de puro cansancio, pero mañana estarán otra vez como si tal cosa, listos para jugar y disfrutar. ¡Son incansables! ¡Pero es una alegría verles jugar!
Ha sido un fin de semana para recordarlo y apuntarlo en el calendario. Y para apuntar también es la receta de este pan que os traigo hoy. Ya llevaba mucho tiempo sin publicar ningún pan, y este lo tenía pendiente desde hace semanas. Es un pan típico castellano, y está buenísimo, porque además de llevar lo que llevan todos los panes (harina, agua y sal), lleva aceite de oliva virgen extra, y llevando este aceite no puede haber nada que esté malo. ¿Quién puede dar más por menos?
La receta la copié hace al menos 20 años de un libro que se llama "Panadería Española", o algo así. He adaptado las cantidades y he eliminado el mejorante, pero por lo demás es más o menos igual. Y como últimamente voy de concurso en concurso, como de oca a oca, resulta que voy a enviar esta receta a "Cocina con Uno de Dos", y ¡a ver si hay suerte!.
Ingredientes:
500 g de harina de media fuerza (entre 10 y 11,5 % proteínas)
250 ml agua
10 g de sal
200 g de masa madre
5 g de levadura prensada
aceite de oliva virgen extra
- de los 250 ml de agua retiro unos pocos ml y deslío en ellos la levadura
- mezclo juntos todos los ingredientes y amaso, como siempre con la técnica de Dan Lepard, tal y como explico aquí.
- cuando tengo la masa lista la divido en dos porciones, las aplasto hasta que midan unos 2 cm de grosor y las doy forma redonda; las coloco sobre un papel de horno, o una tela de lino espolvoreada de harina, y dejo que reposen hasta que más o menos hayan duplicado su volumen, tapándolas con un paño húmedo o con film de cocina untado de aceite para que no se peguen a él
- cuando las tortas hayan fermentado, hacemos unos agujeros en ellas con los dedos, y los rellenamos con un poco de aceite de oliva virgen extra.
- finalmente las horneamos, en el horno precalentado a unos 200ºC y sin vapor, durante unos 35 minutos
- cuando las saquemos del horno, las untaremos de aceite con un pincel, y después las dejaremos enfriar sobre una rejilla
Sugerencias:
- si os apetece hacer esta receta pero no tenéis masa madre, podéis hacerlo igualmente con la cantidad de levadura indicada en los ingredientes.
- este pan también se suele llamar torta de Aranda
- lo mejor es consumirlo en el día, pues al ser plano y tener poca miga se suele quedar seco si se deja de un día para otro. Otra solución es guardarlo en una bolsa, entonces para que quede mejor al comerlo y no tan "gomoso", se puede meter un poco en el horno antes de comerlo.
