martes, 14 de octubre de 2014

Conserva de calabacín, ¡de vuelta con el otoño!

No sé si os lo creeréis, pero estás semanas que he estado sin publicar ninguna receta no las tenía planeadas, y lo cierto es que me ha costado bastante volver a hacerlo. En teoría yo iba a haber seguido publicando durante el verano como si tal cosa, porque no me he ido de vacaciones a ningún sitio, y mi rutina, salvo por las vacaciones de los niños, se puede decir que apenas ha cambiado.


Pero se me ocurrió hacer algo que llevaba tiempo dando vueltas, y fue reformar la cocina. Y salvo un tabique de un armario de obra que tiró Óscar, el resto lo he hecho yo todo, desde lijar el suelo de tarima con una radial, repintar suelo y paredes, rematar la pared del tabique tirado, sanear las paredes del antiguo armario... y para colmo, llevo semanas a tope, embotando los productos de la huerta, así que como comprenderéis me ha sido imposible llegar a todo,  con lo cual, el blog, abandonado :( .

Y es que no sé que será, pero todos los años en el verano me entran ganas de hacer algún cambio en la casa. Es como una especie de síndrome del nido o algo así, cambios y mejoras en la casa antes de que el mal tiempo se eche encima y de que nos llegue el invierno. La casa-nido preparada para hibernar, ¡bueno, no tanto, pero casi!


Y una cosa me ha llevado a la otra, y es que esta tardanza en escribir en el blog también me ha hecho pensar un poco. Durante estas semanas sin publicar me he dado cuenta de que lo que empezó siendo simplemente una distracción se ha convertido casi en una obligación. Como si el hecho de no escribir una entrada semanal fuera una falta grave, y la verdad es que por esa obligación he dejado abandonadas otras aficiones que tengo de toda la vida.

Así que me he propuesto, con este nuevo año escolar, que para mi marca más el nuevo año que el mes de enero, que no voy a obligarme para escribir un post a la semana. Si surge, pues lo haré, pero lo que no voy a hacer es ir con prisas ni agobiarme si una semana no me ha salido bien una receta, unas fotos, o si simplemente no ha surgido la ocasión de hacer algo. Este blog como cualquier afición, es para disfrutar con él, y si de paso lo que yo cuento le gusta a alguien, pues de verdad que me alegro doblemente y que le agradezco en el alma que se pase por aquí.


Lo cierto es que esta "vida virtual" tiene muchas cosas buenas, para que negarlo, pero también ata mucho y si te dejas te quita mucha vida interior. Yo no tengo ni whatsapp, ni twitter, ni ese tipo de cosas. Tan sólo tengo un ordenador normal y corriente y un móvil que sólo me sirve para hablar, porque ni tiene internet, ni cámara ni nada. No me gusta estar todo el tiempo conectada a un aparato y depender tanto de él. Reconozco que en eso soy muy del siglo pasado, pero es que antes llamábamos a alguien por teléfono sólo para cosas muy concretas, y si comunicaba, o no estaba, volvías a llamar. Ahora con eso del whatsapp sabes hasta el último estornudo de tus contactos. Hay mucha información, pero la mayoría es superflua, y al final eso nos hace ser dependientes de los aparatos, y lo que es peor, nos roba tiempo. Y el tiempo, creo yo, que es un bien muy valioso para perderlo así. Aunque como nunca se puede asegurar que "de este agua no beberé", ni "este cura no es mi padre", yo tampoco puedo asegurar que con el tiempo no termine cayendo en esas cosas a las que ahora me resisto.


Algunas veces me han dicho que soy hiperactiva, y no sé si lo seré o no, lo que sí sé es que soy lo que siempre se ha dicho "mujer de de muchos oficios...", y lo cierto es que no quiero dejar de lado ninguno, porque disfruto con todos ellos.

Desde que tenía 13 años he estado tejiendo mis jerseys y chaquetas, a veces incluso he cosido mi propia ropa, tengo empezada una puntilla de bolillos, que dejé abandonada por miedo a que los niños me los enredasen y que algún día terminaré. En casa no hay un solo rincón dónde no haya algo hecho por mi, como las fundas del sofá, cortinas y estores, butacas restauradas y tapizadas por mi, fundas de edredones, mantas de sofá, hasta he hecho algún mueble estilo rústico, como un banco, un perchero, especieros y cosas así. Siempre estoy pensando y maquinando cosas para hacer, y no tengo tiempo material para todo lo que se pasa por mi cabeza. Si aún no os habéis pasado por mis tableros de pinterest (otro robatiempos increíble con el que a veces me permito disfrutar), podéis hacerlo y comprobar que la mayoría de mis pines son de todas estas aficiones que os he contado, y de alguna más.


Ahora por fin tengo una cocina en condiciones. Una cocina en la que me siento a gusto cocinando, comiendo, o simplemente estando en ella. Alonso hace los deberes allí mientras yo le ayudo, a la vez que preparo alguna cosilla, como la receta que os traigo hoy, o aprovecho a hacer un poco de ganchillo. Mi madre siempre dice que "el tiempo lo da Dios de balde", pero eso no quiere decir que tengamos que malgastarlo.

Lo mejor de todo es lo poco que he gastado en este supercambio, y aunque no tengo fotos del antes, que ni ganas de hacerlas tenía, lo cierto es que mi cocina ha cambiado, ¡y mucho!. Quitando un par de muebles nuevos, la mano de obra de la reforma no me ha costado más que parte de mi tiempo. No será mejor cocina del mundo, pero para mi es suficiente, ya que es limpia, cómoda y operativa, al contrario que la vieja, y eso que a todos los que la veían les encantaba, por su aspecto tan rústico.


He puesto un armario que si se enteran los de IKEA del uso que le he dado y el tuneado que le he hecho lo suben de precio. Es un armario ropero de puertas correderas, al que le he añadido más baldas y en el que tengo metido casi todo lo de mi cocina. Estoy encantada con él, es superfuncional.

Además he repintado un aparador que tenía, y me encanta el resultado, ¿qué os parece?


Así que ahora, desde mi nueva cocina, en la que estos días no paro de hacer conservas, os traigo una receta para que si tenéis calabacines de vuestra  huerta, o si los encontráis a buen precio, podáis embotarlos y usarlos cuando no dispongáis de ellos. ¡Es muy fácil de hacer!, su sabor me recuerda al del calabacín a la plancha, así que con eso ya os podéis hacer idea de lo rico que está.

Este año hemos tenido muchísimos calabacines en la huerta, de hecho todavía seguimos teniendo, y Óscar ha regalado un montón, hasta que le he dado el alto y le he dicho que ¡ni uno más!. Porque luego, en invierno, nos toca comprar calabacines para hacer purés, así que este año haremos los purés con conserva casera de calabacín, hasta que se nos acabe.

 
Y después de todo el rollazo que os he metido hoy, que debe ser para compensar por lo que no he escrito durante estas últimas semanas, os dejo con la elaboración de la conserva y con algunas fotos de mi patio tomadas estos primeros días de otoño, que ya nos dejan notar algo de frío por estas tierras.

Apuraremos los últimos rayos otoñales de sol como si se tratara de un tesoro, porque en cuanto estos días se nos vayan tendremos que esperar hasta el año que viene para poder disfrutar de nuevo de estar en el patio y de este solillo. ¡Aprovechad estos días para cargaros de la energía con la que poder pasar el frío y largo invierno, que poco a poco terminará por llegar! Y sobre todo, ¡sed felices y haced cosas que os hagan disfrutar! ;)

Ingredientes:

aceite de oliva virgen extra
calabacines
sal fina

- cubrimos el fondo de una cazuela con aceite de oliva, y cuando esté caliente, pero sin llegar a humear, añadimos sobre éste los calabacines, que previamente habremos lavado, pelado, y cortado en forma de cubos.
- dejamos que los calabacines se vayan haciendo poco a poco, añadimos la sal y tapamos la cazuela
- cuando los calabacines estén cocidos, destapamos para que se evapore parte del agua que han soltado; cuando nos parezca que apenas queda agua y que los calabacines están bien cocidos retiramos la cazuela del fuego
- este calabacín se puede consumir así, tal cual, pero si lo queremos embotar lo haremos en tarros que previamente habremos esterilizado, tal y como expliqué que debe hacerse con las conservas en la entrada de la salsa de tomate. Y una vez esterilizados los tarros los llenamos con el calabacín, en caliente, y los colocamos en una cazuela con agua a unos 80-90ºC, y sin tapar, para conseguir así, mediante este precalentamiento, que el aire atrapado entre el calabacín suba a la superficie. Introduciendo un cuchillo en el tarro podemos ayudar a que este aire salga, y en ese momento colocamos las tapas en los taros y procedemos a esterilizar la conserva
- como el calabacín no tiene un pH suficientemente ácido yo no me la juego, y los esterilizo en la olla a presión, porque la combinación de las temperaturas que se alcanzan con la sobrepresión, entre 110 y 120ºC, junto con un tiempo suficiente de esterilizado, me garantizan que las posibles esporas del botulismo, que son termorresistentes, desaparezcan.
- los tarros que yo he usado tienen una capacidad de unos 700 ml y los he tenido en la olla, desde que la válvula ha subido y se ha alcanzado la máxima presión, durante 30 minutos.
- después dejo que la olla pierda la presión por sí sola, la abro, saco los tarros y los dejo enfriar boca abajo para que el vacío se haga aún mejor
- recordad que es muy importante que los tarros no se enfríen en el agua que hemos empleado para esterilizarlos, sino fuera de ella, pues el intervalo de temperaturas entre 40 y 70ºC es muy peligroso, y cuanto más rápido sea el enfriamiento más segura será la conserva
- aun así, si antes de consumir una conserva tenemos dudas sobre su seguridad, podemos hervirla durante 10 minutos antes de consumirla, con lo que desaparecería el peligro.
- con esta conserva podremos preparar deliciosos purés de calabacín, simplemente añadiendo parte o todo el contenido del tarro junto con otros ingredientes de nuestra elección
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